Un grito en el viento del oeste
Desde que por “cuestiones organizativas” se había decidido postergar la fecha de El Bordo en Ferro, fueron muchos los rumores que circularon sobre el porqué de esta decisión. La baja demanda de entradas sonaba como la especulación más firme, pero hasta que no se realizara efectivamente el recital, esto no iba a poder ser comprobado.
Y el día llegó nomás y sí, la convocatoria no estuvo acorde con el lugar, pero esto poco influyó en el desarrollo del show y en el ánimo de la banda. Cualquier grupo ante tal panorama hubiera tomado la situación como un duro golpe y hubiera salido a tocar con pocas ganas. Pero esto no ocurrió con los ex alumnos del Colegio Carlos Pellegrini que subieron con todo al escenario y de arranque golpearon directo al mentón con los dos temas que abren su nuevo y cuarto disco: “El regreso” y “No quiero”.
La gente se amontonó cerca del vallado para intentar combatir el intenso viento que azotaba Caballito y de paso brindarle calor a su banda favorita. Si bien en la previa, el ambiente estuvo muy tranquilo y relajado, con el comienzo del show los seguidores se despertaron y cantaron a más no poder. Prueba de esto fueron la hitera “En la vereda” y “Vientos de locura”, un hard rock en donde Leo Kohon se lució con su armónica.
De esta manera, la noche fue transcurriendo sin bajar ni un minuto la adrenalina ni la intensidad, con la banda al palo demostrando que han evolucionado mucho desde su primer disco allá por el 2002. No sólo se volvieron más profesionales sino que a ese profesionalismo le agregaron un sonido acorde a su crecimiento, algo que quedó demostrado en temas como “Dejar caer el sol” y “El grito” que contó con un buen solo de batería por parte de Miguel Soifer.
El rock and roll también estuvo a la orden del día y tuvo su apogeo en el “Popurock” que incluyó de manera enganchada: “Matanga”, “Escupiendo verdades”, “Así” y “Aquella nochecita”. La nota de color la dieron dos Papá Noel que subieron al escenario y comenzaron a repartir regalos a la gente para que nadie se quede sin su Navidad rockera.
Al igual que sus padrinos de La Renga, los muchachos de El Bordo decidieron invitar a bandas amigas para que amenicen la espera y fue así que Ale Kurz (voz y viola) agradeció a Perro Ciego (Salta), Hereford (Uruguay), El Mendigo y a la gente de La Covacha, todos ellos viejos compañeros de ruta. A propósito del cantante bordolino cabe destacar que si bien su voz no es de las más prodigiosas del rock argentino, ese punto gris es bien suplantado con su técnica para tocar la guitarra ya que se encarga de los solos con gran firmeza y convicción. A su vez, Diego Kurz y Pablo Spivak acompañan solidamente y sin errores.
Aunque algunos temas tengan sabor a ricota (como “Soñando” en donde el saxo de Pablo Fortuna recuerda mucho a Sergio Dawi) y otros se emparienten al sonido más renguero, El Bordo no suena a copia sino que más bien es una banda en la que sus influencias saltan a primera vista. Lo cierto es que el final del show llegó a puro agite con “A mi favor”, el ya clásico “Los perdidos” y “El silencio del caos infernal” para de esta manera cerrar una buena noche de rock en Caballito.
Dos acontecimientos ocurridos en Ferro que dan para pensar:
1-Ante el clásico cantito “Luca no se murió, que se muera Cerati”, Ale Kurz dijo acertadamente: “No le deseen la muerte a nadie, no compren sus discos o no los vayan a ver; pero no le deseen la muerte”. Un muy buen gesto que ojalá se repita con todas las bandas así se terminan de una vez esas diferencias absurdas que todavía envuelven y ensucian al rock.
2-Dos chicos del público desplegaron una bandera de no más de 2x4 y una persona de seguridad que se encontraba detrás del vallado, se las sacó de las manos y se escondió. Literalmente fue un robo y si bien las banderas también deberían ser parte del pasado en los shows, tampoco se entiende que para preservar el normal desarrollo de un recital, los encargados de cuidar al público le roben sus pertenencias. A casi tres años de Cromañón, muchas mentalidades siguen atrasadas como antes y el rock sigue sin poder afirmarse nuevamente como un espectáculo en donde reine la paz y se pueda disfrutar de lo artístico sin preocuparse por hechos ajenos a ello.
A casi diez años de formación, El Bordo llegó hasta el Estadio auxiliar de Ferro en una apuesta que no salió del todo bien en cuanto a convocatoria pero que a nivel artístico no tuvo fisuras.
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