Según una definición de la Real Academia Española, culto es aquella “admiración afectuosa de que son objeto algunas cosas”. Durante su trayectoria, Massacre cargó con ese calificativo y en el ambiente rockero siempre estuvieron catalogados como los incomprendidos. Sin embargo, desde hace un par de años, la cosa viene revirtiéndose gracias a la lenta pero sostenida difusión que la banda está logrando en los medios y a la popularidad de “Plan B: Anhelo de satisfacción”, en la versión hecha por Catupecu Machu.
Sentado cómodamente y dispuesto a hablar de todo, el cantante Walas recibió a El Bondi para repasar la gestación de su nuevo disco, El Mamut, y charlar también acerca de la actualidad del rock argentino.
-¿Cómo fue el proceso de grabación de El Mamut?
Los temas de El Mamut tienen por lo menos dos años y medio de historia. El proceso de grabación y producción empezó en el mes de enero cuando hicimos la primera reunión con Juanchi Baleirón. A partir de ahí empezamos a trabajar en la preproducción y grabamos un demo de diez temas en el estudio de Los Pericos. Al poco tiempo nos metimos en El Pie a grabar las bases y en Robledo metimos las violas para después trasladarnos al estudio de Juanchi a meter las voces y todo lo demás. O sea que es un disco que hecho con total libertad, con casi un año de cocina.
-¿La forma de trabajo fue distinta a los discos anteriores?
Todos los discos de Massacre siempre los grabamos de la siguiente manera: nos metemos dentro de un estudio, vivimos ahí durante un mes o más y hasta que el disco no está terminado no salimos. Hasta ahora, siempre laburamos con la gente del estudio El Abasto, por lo que estamos acostumbrados a que el tiempo nos corra porque el costo de las horas es carísimo. Entonces, ahora actuamos de una manera completamente distinta: Juanchi vino con todo su staff y trabajamos con la gente del estudio El Pie, que no conocíamos. Así que laburamos con total libertad, nadie nos apuró para sacar el disco.
-¿Cómo fue la elección de Juanchi como productor?
El productor original iba a ser Gaby Ruiz Díaz. Desde que Catupecu Machu grabó el cover de Massacre (Plan B: Anhelo de satisfacción) en El número imperfecto (2004), nosotros muchas veces tocamos con ellos. Gaby mil veces amenazó con ser el productor del futuro disco e incluso ya estaba todo arreglado, pero cuando el año pasado tuvo el accidente, tuvimos que cambiar de idea y entonces pensamos en este grupito de productores estrellas que hay ahora en la Argentina. Así fuimos descartando algunos de esos productores por distintas razones hasta que llegamos a Juanchi y nos cerró por todos lados. Teníamos miedo de que la fórmula no funcionara porque él es de otro palo, viene del reggae, de una música más mainstream y nosotros somos más jodidos, más experimentales. Pero al contrario, nos encontramos con un tipo re rockero y la verdad que fue un placer laburar con Juanchi y el disco suena como una bomba atómica.
-Las bandas siempre dicen que el último disco es el mejor. ¿Para ustedes El Mamut es su mejor obra?
Definitivamente es el disco mejor producido, mejor cantado, mejor grabado y mejor marketinizado también. Porque nosotros siempre fallábamos en algo como la distribución o masterización. Pero esta vez, con la Tori, que es la pichona de la Negra Poly, nosotros, Juanchi como productor y Popart (que se encarga de la distribución y de la difusión), es como que no hay fisuras. Ahora tenemos que empezar a sacarnos la fisura psicológica, el miedo que tenemos a creérnosla porque las fallas de forma y de funcionamiento ya están resueltas.
Sin dudas, El Mamut es un gran disco. Con un sonido perfecto y un exquisito cuidado en la producción, la nueva criatura de Walas y compañía está llamada a ser uno de los grandes álbumes de este año. En doce temas van desde el conflicto psicológico familiar (“Divorcio”) pasando por un cover de Rod Stewart (“Maggie May”) hasta la crítica al rock actual. Justamente, consultado por El Bondi sobre este último tema, el cantante dijo lo suyo.
-El primer tema del disco, “La octava maravilla”, tiene como cierta nostalgia al rock de los comienzos: ¿A qué se debe esta añoranza?
En realidad habla del fenómeno actual, de que el rock está de moda, es el gran negocio, es el gran entretenimiento, es la octava maravilla. Y tiene un poquito de nostalgia al rock con contenido, al rock con ideología, por eso dice “aunque ya no sea himno de boicot a Vietnam”. Hoy en día ya no es prohibido, ni proscripto como antes cuando Tanguito no podía salir a la calle porque lo metían sopre (sic) a las 24 horas. En cambio ahora ser rockero es pertenecer a una especie de olimpo, la guitarra eléctrica es un nuevo cetro de poder, una cosa fálica. Es un análisis de eso, es decir, esta buenísimo que haya festivales donde nosotros podamos tocar con equipos terribles con mucha gente que nos mira pero también estaría bueno un Dylan, un Lennon, que tire alguna bomba. Hoy en día no hay un Dylan que haga temblar a Bush, en la época de Vietnam habría la boca Dylan o Lennon y aparecía el FBI y los perseguía. En cambio ahora no creo que a Bush le preocupe mucho el rock, es más, debe ser algo que le hace entrar guita en los bolsillos.
-¿Y ustedes como hacen para correrse del fenómeno actual del rock y no sentirse solamente parte del negocio? Porque de hecho, Massacre toca en los grandes festivales.
Al principio nos resultaba conflictivo porque nosotros durante muchos años estuvimos en el under y tocábamos dentro de nuestras reglas. Después cuando empezamos a jugar en el rock nacional, al principio nos incomodaba un poco todo esto de los festivales hasta que nos empezamos a poner cada vez mas cómodos, empezamos a jugar el rol de la estrella de rock, parodiarlo un poco a nuestro modo, con ironía, con formas de defensa porque le teníamos mucho miedo al éxito. Nosotros nos criamos con modelos de perdedores, nuestros ídolos no eran los grupos que tocaban en grandes estadios. Nuestros modelos eran todos perdedores que se suicidaban a los 23 años, que sacaban un disco y no le interesaba a nadie, que tocaban en sótanos... Entonces cuando nos tocó el escenario grande, nos cagamos en las patas; y eso no era lo que planeábamos, nosotros queríamos ser incomprendidos. Pero ahora ya nos acostumbramos y estamos aprendiendo a jugar a la estrella de rock.
-¿Y ustedes como banda qué piensan hacer para creérsela?
Primero el cantante tiene que adelgazar como quince kilos…(risas) Igual como soy antihéroe puedo darme el lujo de ser gordo. Yo puedo jugarla hasta de sex symbol, así como puedo creerme que soy estrella de rock, hablar que soy “la” reina de Marte siendo hombre, o sea, me gusta jugar con diferentes limites. Aunque igual debería bajar unos kilos (risas). Pero después lo que tenemos que hacer es ser cada vez mejores. Mucha gente cree que este año, aparecieron bandas nuevas como El Bordo, Cuentos Borgeanos y Massacre, por más que estemos tocando hace diez años. Y a partir de que para la mayoría somos una banda nueva y una banda debut, tenemos que mejorar, el próximo disco tiene que ser mejor.
-¿Se siguen sintiendo parte del under o son más una banda de culto?
Hay como dos realidades en el rock argentino. Uno es el rock nacional con toda su fórmula, cosas rioplatenses, con elementos verdaderamente nacionales y después el under que está nutrido de cosas anglosajonas más puristas. Nosotros tenemos las dos cosas, la vanguardia porque Massacre es un grupo que labura sobre el lienzo en blanco, no hace cosas que existieron antes. Y por otro lado tenemos clasicismo, de repente deliberadamente sonamos a los Who, a los Beatles y hacemos covers bien clásicos, no vamos a cosas rebuscadas. Entonces ese cóctel de vanguardia y clasicismo es lo que nos hace formar parte del rock nacional por convocatoria pero tener raíces en el under.
¿Se sienten también una banda diferente a las demás? Por ejemplo, ustedes con Los Natas y Pez, son grupos que están apartados del mainstream.
Sí, definitivamente formamos parte de ese tipo de bandas. Tenemos una propuesta única, singular, con influencias que no son del rock más oficial sino más oscuras, más incomprendidas. Pero ahora jugamos en el rock nacional, estamos ahí metidos en el baile y tenemos que hacernos cargo. También somos distintos a los demás porque Sergio Rotman, el negro Fidel Nadal, Ariel Minimal y yo íbamos a ver a Sumo de verdad, cuando tocaban en bares a los que no iba nadie. Vivimos a Sumo en su etapa más under y con la figura de Luca bien cerca nuestro.
Fotógrafo: Beto Landoni
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